1972-1975

Desde los manifiestos

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Desde los manifiestos

A través de los medios que utilizamos para crear creamos a su vez nuevos medios que a su vez etcétera, etcétera limitan y desbordan los previos y no lo hacen en vano en la medida en que a través de ellos se genera un conocimiento a través del cual es posible incluso poner en cuestión su propia aplicación y liberalidad más allá tanto de su necesidad como de su utilidad. De cómo disponemos de los medios y de los conocimientos que a través de estos adquirimos dan fe algunas obras portentosas. Nada parece a veces ser suficiente a pesar de las evidencias que se nos ofrecen de que no existe nada que no se vea ya ocupado de una totalidad existente. En sí misma dicha totalidad es preexistente en su totalidad como constante de una fórmula dentro de la cual las variables habrán de jugar a nuestro favor siempre y cuando se mantengan vivas como tales, es decir como variables. Qué duda cabe que lo que se modifica no es la cosa sino nuestra percepción de la cosa y esta es condición necesaria para determinar de algún modo el grado de satisfacción que podamos disfrutar con respecto a unas determinadas expectativas.
Estas expectativas vienen dadas por la educación que las promueve y que somos capaces de desplegar magistralmente cuando contamos con las condiciones adecuadas. Una educación se muestra insuficiente y lo es con respecto a determinadas expectativas. Unas necesidades programadas requieren de una determinada satisfacción logística. Si la fórmula que envuelve la cuestión de que se trate contiene infinitas variables, la constante de su totalidad deja de ser cuestión al hacerse inmanejable.
Toda construcción sin embargo se efectúa a partir de un modelo en el que vienen incluidas unas prioridades. Sin paredes no hacen falta todavía ni las puertas ni las ventanas. Sin balas no hacen falta los chalecos antibalas. Dicho esto, es evidente que partimos siempre de una totalidad preexistente con la que contar. El hecho de que podamos a veces adornarnos de algún mérito únicamente se debe a que no nos queda más remedio que hacer de la necesidad virtud. Una cosa es el hambre y otra no tener qué comer. No hay por tanto una única razón –salvo que no se coma- para pasar hambre. Ponderada así la cuestión el no tener qué comer únicamente se muestra justificable como variable en una fórmula en la que instrumentalizados o no ciertos individuos no encuentran qué comer. Justificable pero equivocada. Lo interesante aquí por observar es que no por ser equivocado un conocimiento deja de ser conocimiento. No tengo nada qué decir pero tengo que decir algo y con suerte alguien que tampoco tiene nada qué decir tendrá al menos algo que poder contradecir. Tú que escuchas observarás la diferencia y como resultado podremos decir que el conocimiento si bien no nos ofrece algo qué decir nos permite pensar.
Este pensar no sería pensar si como tal se mostrara aislado. Es fruto tanto del no decir, del decir y del contradecir que en su conjunto se nos ofrece dialécticamente. Yo no pienso así por mi cuenta. Yo pienso así gracias a quienes así piensan y quienes así pensamos sabemos que felizmente otros piensan diferente a como pensamos quienes así pensamos y justamente por ello sentimos la necesidad y el hambre de conocer y de pensar pero no más sino mejor. No es un mérito ser creativo. Es una necesidad. No es un privilegio sino una responsabilidad ser también propietario de lo que, digamos lo que digamos en nuestra provisionalidad, nos pertenece y tenemos la responsabilidad de hacerlo nuestro.
¿De quien es si no todo esto?

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